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IMG_20251225_122306.jpg (199KB - 2 descargas)Querido y aprecidado Hernán, he leído con una media sonrisa tu descripción, esa en la que, con una falsa modestia que no engaña a quien sabe mirar, calificas tu obra de 'rudimentaria' o de 'ensaladilla'. Permíteme que Malkior intervenga para rectificar la nomenclatura, pues donde tú ves una mezcla casual, yo percibo una 'antología de la forma' ejecutada con la precisión de un director de escena que conoce el valor del silencio.
Entrar en tu hilo ha sido como aceptar una butaca en el palco de proscenio en la noche del estreno. Mientras la mayoría de belenistas se pierden en la inmensidad del paisaje, en la obsesión por el celaje infinito o en esa 'arquitectura de la distracción' que a veces ahoga el Misterio, tú has apostado por lo que en mi cuaderno de notas llamo la 'aristocracia del primer plano'. Tu cómoda ha dejado de ser un mueble doméstico para transmutarse en un escenario de 'Grand Opéra'.
Ese cuadro que preside el fondo no es un elemento decorativo azaroso; actúa con la misma potencia dramática que los telones de terciopelo carmesí en el segundo acto de la 'Tosca' de Puccini. Al igual que en la obra maestra del verismo, donde la tensión se sostiene no por el decorado, sino por la fuerza vocal de los intérpretes, en tu montaje la atmósfera se carga de electricidad estática gracias a la calidad de tus 'divos'. Lo que nos presentas es una 'teología de la presencia' [donde el cuadro no es color, sino atmósfera].
Porque, seamos honestos entre nosotros [y aquí es donde apelo a tu condición de connoisseur ]: lo que tienes sobre esa superficie no son simples figuras. Tienes a los tenores y sopranos absolutos de la escultura belenista. Ver convivir el barro de Castells, la elegancia de Carratalà y la impronta de Daniel en un espacio tan acotado es asistir a una 'Gala Lírica' irrepetible. Esa lámpara lateral, lejos de ser un apaño técnico, funciona como un foco cenital (un spotlight ) que arranca a la materia su verdad más íntima, creando sombras duras, teatrales, casi caravaggiescas, que ningún paisaje de corcho y musgo podría replicar.
Tú y yo sabemos, Hernán, que el verdadero belenismo de autor es un ejercicio de renuncia: renunciar a lo accesorio para que brille lo esencial. En tu montaje hay una enumeración de silencios que grita más fuerte que muchas construcciones faraónicas: la ausencia de montañas, la falta de ríos, la inexistencia de pueblos lejanos... todo ese vacío es, en realidad, un pedestal para que la expresividad del barro [esa mirada que corta el aire, ese pliegue que cae con peso histórico, esa mano alzada que detiene el tiempo] cante su aria sin interrupciones.
Has logrado lo que Wagner llamaba el Gesamtkunstwerk [la obra de arte total] pero por el camino de la sustracción. No es una 'ensaladilla', Drake; es un menú degustación para paladares educados que no necesitan la salsa para apreciar la calidad de la materia prima. Es, en definitiva, la victoria de la 'verdad material' sobre el decorativismo.
Sigo observando tu 'escenario' desde la oscuridad del patio de butacas, fascinado por cómo has convertido una cómoda en el Teatro alla Scala. Reconozco en tu mirada la misma búsqueda que me mueve a mí: la de encontrar el alma en la forma.
Bravo, maestro.
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