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Diorama 2025: Ayuda en la Huida

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Pamplona

Os presento mi nuevo diorama de este año, con el tema de la Huida (a Egipto).

No tenía, hasta hace unas pocas semanas, ningún nuevo proyecto para este año; el belén abierto, que guardo en dos piezas y es fácil de volver a montar, y el diorama navarro con las figuras vascas de Castells, que sigue montado desde el año pasado, parecían suficiente ambientación.

Sin embargo, mirando las pequeñas figuras de la Huida de Castells, me resonaba una idea que yo mismo di unas semanas antes a un "forero efímero": identificar la huida de la Sagrada Familia con la de los refugiados que huyen de la guerra.

Es perfectamente posible, y quizá necesario, actualizar el escenario. Jesús dice que donde alguien sufre, está enfermo, es pobre, es perseguido, ahí está él mismo presente, y, cuando hacemos algo por ellos, "a mí me lo hicisteis". La matanza de los inocentes no fue solo aquel 28 de diciembre, sino ayer, hoy y mañana. Y ahí también está Jesús, en todos los que sufren, huyen y se esconden. También en quienes llegan a nuestras calles escapando del horror.

Tenía ya avanzado el diorama, con la Sagrada Familia escondida, el tanque pasando y el edificio explotando, pero... sentí que algo faltaba.

Miré entre mis figuras más pequeñas por si encontraba "alguien" que pudiese añadir un matiz, no sabía bien qué. Y volviendo a mirar la escena, entendí cuál era esa pieza.

Quería transmitir el peligro y la desolación, pero el mensaje navideño debe ser de esperanza, de fe en la humanidad. Frente a las explosiones destructivas hay chispas de solidaridad. Alguien, desde la otra esquina, les indicaba el camino a seguir:

"A mí me lo hicisteis". Efectivamente, hay personas que "hacen". Que se juegan el tipo por estar al otro lado, tender una mano amiga, dar vías seguras, ofrecer refugio. Personas que han entendido bien el Evangelio, aunque no sean necesariamente creyentes. Pienso en los voluntarios, religiosas y religiosos, en zonas de guerra. En las personas que socorren, dan asistencia legal y vías seguras a migrantes y refugiados en zonas de frontera. En quienes recorren las calles de nuestras ciudades, en estas noches frías, para llevar algo de calor a los sin techo. En todos los que salen a los márgenes de nuestro mundo a llevar algo de esperanza entre el peligro y la clandestinidad.

 

Me imagino a José la noche anterior, sin poder pegar ojo bajo el ruido de las bombas, y el ángel Gabriel indicándole el lugar y hora donde un voluntario estará esperándoles, para facilitarles la salida del país; que vayan a su encuentro:

 

Espero que os guste, y que toque un poquito vuestra conciencia, como sin duda hace con la mía.

 

Feliz Navidad a todos.

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Pamplona

El resplandor de la explosión del proyectil que dispara el tanque está hecho con dos LEDs naranjas parpadeantes, en esta imagen se aprecia un poco:

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710
La Plana Baixa
Interesante diorama, Íñigo. Me llama la atención especialmente su equilibrada estructura: el camino de la Sagrada Familia se cruzará con el del disparo del cañón; los colores luminosos de las figuras de Castells contrastan con el paisaje oscuro y gris; la penumbra en que se encuentran los personajes es contrapunto del agresivo fulgor del disparo... Un espacio donde coexisten la guerra y la espranza, la violencia y la ayuda.
Una desasosegante escena con un bello mensaje.
¡Enhorabuena!
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25
Almazán (Soria)
Hola;

Me parece una idea genial y plasmada de forma espectacular. Impresionante (e impactante, por lo original). Enhorabuena!

Un saludo.
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679
Jerez
Íñigo, enhorabuena por la escena y por la sensibilidad. Un diorama valiente.
Felices fiestas.
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Pamplona

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2993
Las Palmas de Gran Canaria - Madrid
Confieso que, como representación de la Navidad, el diorama no es mi formato preferido. Siempre lo he entendido más para una exposición o como complemento de algo mayor. Pero sí le encuentro todo el sentido cuando se aprovecha al máximo ese único punto de vista que propone el autor y la idea está clara, es sencilla y verdadera. Entonces el diorama se convierte en el instrumento perfecto para expresarla.

Y eso es exactamente lo que me ocurre con este diorama titulado “Ayuda en la Huida” (aunque, sinceramente, ni siquiera necesitaría título). No hacen falta palabras para explicarlo: está ahí, directo, puro. Eso —para mí— es un diorama. Y creo que hacía muchos años que no veía uno tan bueno.

Enhorabuena por tu genialidad. Os deseo que paséis un magnífico Año Nuevo y unos felices Reyes en familia.

¡Un gran abrazo!
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576
Jerez de la Frontera
El centinela de los márgenes
 
Había una vez una ciudad que olvidó cómo pronunciar la palabra "hogar", un laberinto de cemento herido donde el cielo no estaba hecho de estrellas, sino de ceniza y fogonazos. En una esquina, donde el silencio era más denso que el miedo, una pequeña figura se asomaba tras el ángulo de un edificio en ruinas. No llevaba espada ni armadura, pero sus dedos, señalando una dirección invisible en medio de la desolación, tenían más fuerza que el cañón de un tanque. Ese niño, ese centinela de los márgenes, no esperaba nada para sí; su única misión era ser el faro humano para una familia que avanzaba entre los escombros, cargando con el único tesoro que la guerra no había podido pulverizar: la vida de un recién nacido.
 
Mientras un monstruo de acero rugía a pocos metros y una explosión desgarraba el horizonte, el centinela susurraba con su gesto un camino seguro. Malaj Gabriel, vestido con la ropa de un aldeano, el mensajero divino que no bajaba de las nubes, sino que emergía del polvo de la calle para decir: "Por aquí". En ese instante, entre el estruendo del odio y el frío de la huida, el mundo volvió a tener sentido no por el edificio que caía, sino por la mano que se extendía. La esperanza no era una idea abstracta, sino un punto en el mapa de la solidaridad que solo los que saben mirar con el corazón pueden encontrar.

 

Íñigo, tu diorama no se mira; se padece. Y lo digo con la admiración de quien reconoce en tu obra la actualización más coherente del mensaje evangélico que he visto en mucho tiempo. Has roto el cristal de seguridad del belenismo tradicional para recordarnos que el portal no fue un refugio idílico, sino un lugar de emergencia.

Me conmueve profundamente el uso de las figuras. Al colocarlas en un escenario urbano devastado, rodeadas de tanques y explosiones, has devuelto a la Huida a Egipto su verdadera naturaleza: la de un drama humanitario. Tu diorama es un 'belén de frontera', una obra que nos obliga a apartar la vista del oropel para clavarla en la retina de los que hoy, mientras escribo estas líneas, están escondidos tras un muro esperando que un tanque pase para poder salvar a sus hijos.

La inclusión de ese 'alguien' que indica el camino es la clave de bóveda de todo el conjunto. Como bien dices, frente a la explosión destructiva, están las chispas de solidaridad. Has convertido un gesto minúsculo en un acto de resistencia espiritual. Ese voluntario, ese religioso, ese civil anónimo es el verdadero 'Ángel de la Huida' en nuestro siglo XXI.

Técnicamente, el contraste entre la delicadeza del barro de Castells y la brutalidad del entorno que has construido crea una tensión plástica insoportable pero necesaria. El tanque no es solo una máquina; es la representación de todos los Herodes que siguen dictando sentencias de muerte desde sus despachos de acero.

Para contemplar esta escena, me he permitido sugerir la interpretación de  'La Lista de Schindler' de John Williams, a cargo de Xaver Varnus y Csongor Korossy-Khayll . Escuchar ese violín llorando bajo las bóvedas de la Gran Sinagoga de Budapest, mientras observamos a tu José y tu María escondidos tras el hormigón, es una experiencia que desgarra el alma. Es una música que no ofrece consuelo, sino memoria; un llanto convertido en melodía que une todos los exilios y todas las persecuciones en un solo arco. Al sonar la primera nota, el tanque de tu diorama deja de ser metal para ser amenaza real, y el gesto del voluntario que les guía se convierte en el único refugio posible en medio de la sinfonía del horror.

 



 

Gracias, Íñigo, por no dejarnos dormir tranquilos. Gracias por recordarnos que el Belén es una interpelación, no un adorno. Tu obra es el recordatorio de que Jesús sigue huyendo hoy en cada patera, en cada frontera alambrada y en cada ciudad bajo el fuego. Has entendido que el belenismo, o es compromiso con el que sufre, o es solo una colección de muñecos vacíos.

 

 

 

 

 

 

 



Modificado por Malkior 30/12/2025 16:43
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Pamplona

Gracias por vuestros comentarios y reflexiones, Vicente, Luito, Santiago, Felix, Miguel Ángel (con microrrelato y todo)...

Me alegra que os haya conmovido mi diorama... diorama, sí... Lo interesante del diorama es que es como un pequeño teatro, con sus bambalinas, sus luces escondidas, con la posibilidad de jugar con la perspectiva (geométrica y atmosférica), la iluminación... de maneras que no es posible en el belén abierto (o no tan sencillo).

Reconozco que, cuando me fui adentrando en el belenismo "de exposición", me dejé seducir por el diorama, y supongo que llegué a considerar el belén abierto como "de aficionados" o de menor entidad; qué equivocación.

Con el tiempo, y supongo que en buena parte gracias a la influencia positiva de muchos de vosotros, he vuelto a enamorarme del belén abierto, y desde hace varios años un belén "tradicional" de corcho y musgo decora cada Navidad una encimera de nuestro salón. Con sus múltiples puntos de vista, su dependencia de la luz natural (sobre todo para hacerle buenas fotos), su posibilidad de colocar multitud de personajes a los que se pueden imaginar historias diversas, su olor a musgo... Baste decir que los dioramas los considero proyectos personales, mientras que el belén abierto es "el belén de la familia", donde sobre todo mis hijas aportan ideas, colocan personajes, buscan qué pastorcita "se piden ser" (siempre cerca del Niño, claro).

 

Pero, diorama o abierto, lo que me obsesiona de un tiempo a esta parte es el mensaje . En una Navidad tomada por el consumismo, los buenos deseos expresados "por cumplir", las protocolarias reuniones familiares y los obligatorios regalos , veo las discusiones sobre si hay que felicitar "la Navidad" o "las fiestas" y pienso, ¿de verdad nos preocupa eso? ¿Nos vamos a conformar con aferrarnos a una palabra, que de cualquier modo los centros comerciales utilizan y redefinen a su antojo? (en una promoción de radio de estos días, la Navidad es "nieve, canciones, muñecos de jengibre y cenas interminables").

El Belenismo tendría que ser la voz que grita en el desierto, recordando que la Navidad es un momento de detenerse a contemplar el compromiso de Dios con los pequeños y débiles, que nos interpela y cuestiona nuestras vidas. Observar un Belén, más que ser una mera acción satisfactoria y complaciente, debería dejarnos un nudo en el estómago. Como el joven rico cuando le pregunta a Jesús qué más tiene que hacer, y se queda triste porque no es capaz de desprenderse de lo que tiene, el Belén debería recordarnos todo lo que nos sobra materialmente, todo lo que nos falta en humanidad, y dejarnos, si no tristes, al menos pensativos.

Ya he dicho alguna vez que me chirría la idea de "belén social" como un tipo de belén distinto a los demás. ¡Todos los belenes deberían ser "belenes sociales"! Si un belén no es "belén social", ¡es que está mal hecho, porque el Evangelio, y en particular los Evangelios de la Infancia, son tremendamente sociales! José y María tienen que hacer un viaje absurdo (ella embarazada) por un capricho administrativo del tirano de turno, que no les permite empadronarse en el lugar donde viven y trabajan. Llegan a Belén y se quedan en la calle, porque nadie les da alojamiento, y los únicos que les ayudan son los más despreciados del lugar y tres personas de diferentes orígenes étnicos llegados de diferentes lugares del mundo. Finalmente, otro tirano desencadena un genocidio, y tienen que huir a otro país, y cuando vuelven todavía se sienten perseguidos, por lo que tienen que ir a refugiarse a un pueblecillo diminuto donde pueden pasar desapercibidos. ¿No nos suena todo muy actual? ¿Contemplamos eso en un belén y luego nos vamos a zampar la comilona de turno tan tranquilos?

Pero, en realidad, no, el belén no debe dejarnos un nudo en el estómago, ni dejarnos tristes. Y eso vino a recordármelo Malaj Gabriel , con sus tres centímetros y medio de valiente estatura, cuando ya casi tenía terminado mi diorama. Jesús trae esperanza, y esa esperanza somos nosotros mismos. El Reino de Dios es una promesa, pero hay que hacerla. Esa es la alegría, no el espumillón ni los mazapanillos. Los pastores volvieron alegres porque a ellos, con los que nadie contaba, se les había dado la oportunidad de ayudar a alguien, y con ello sus vidas habían cambiado. Y esa es la propuesta de Jesús. "Si sabéis esto, seréis felices si lo practicáis" (Jn 13,17).

El belén también debería contagiarnos de esa dualidad, entre la realidad de sufrimiento del mundo y la esperanza y la alegría del compromiso. Entre la contemplación de la presencia de Dios  en la tierra y la llamada a la acción para llevarlo a quienes lo necesitan. Si lo hace, no será un montón de muñecos , tampoco una mera variante del modelismo estático, sino una realidad dinámica y viva (aunque las figuras no se muevan).

 

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Jerez de la Frontera

Íñigo... Tus palabras no son solo una respuesta; son el 'Canon de la Navidad' que este foro necesitaba. Escucharte diseccionar la dialéctica entre el diorama (ese laboratorio del mensaje, ese teatro de sombras y perspectivas) y el belén abierto (el ágora de la familia, el lugar del rito compartido) es comprender la verdadera anatomía de nuestra pasión. Has definido con precisión lo que yo llamo la 'geometría del sentimiento': mientras el diorama es el espacio del autor que se enfrenta a sus fantasmas, el belén de corcho y musgo es el espacio del hombre que se reencuentra con su linaje.

Me quedo, y lo hago con la unción de quien encuentra una verdad mayor, con esa expresión tuya que debería grabarse en el frontispicio de toda asociación: 'El Belén debería dejarnos un nudo en el estómago' . Qué inmensa verdad. Si el belenismo se convierte en una simple variante del modelismo estático, si solo buscamos la complacencia de la perspectiva geométrica o el color exacto, estamos construyendo mausoleos de escayola.

Tienes razón, todo Belén, por definición, es social porque el Evangelio es, en su esencia, una inoportunidad para el orden establecido y una urgencia para el desamparado. Has despojado a la Navidad del azúcar de los centros comerciales para devolverle su sal teológica. Ese nudo en el estómago no es una tristeza estéril, sino el latido de una humanidad que se reconoce en deuda ante la fragilidad de Dios que huye hoy en cada frontera.

Ese pequeño Malaj Gabriel de tres centímetros es la clave de bóveda de tu discurso. No es solo una figura de Castells; es el recordatorio de que la esperanza no es un sentimiento pasivo, sino un verbo de acción. El Belén es una 'realidad dinámica' porque, aunque el barro sea inmóvil, tiene el poder de desplazarnos a nosotros. Nos saca de la comodidad de la cena interminable para ponernos en la esquina de tu diorama, junto al que indica el camino.

Gracias, Íñigo, por no conformarte con lo satisfactorio y por recordarnos que, en este 'pequeño teatro' de la existencia, no somos meros espectadores, sino cómplices de esa esperanza que solo se cumple si se practica.

Sigo en el patio de butacas de tu obra, pero esta vez, me has obligado a levantarme para aplaudir no solo tu arte, sino tu coherencia.

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