|
Si el Prolegómeno Ontológico definió en encuadre y la metodología de nuestro nuevo ciclo, esta imagen, la misma que selló el final del 2024, se erige hoy como el acto fundacional del sueño.
Aquí, en el umbral que el prolegómeno denominó receptáculo hermético, la luz declinante de las vísperas no solo ilumina las estrellas que esperan el gran día; también proyecta una sombra intensa sobre el misterio que se esconde detrás. La vitrina sigue sellada, pero su interior ya no alberga simplemente vectores narrativos estáticos o nudos de la trama personal. Ahora contiene la potencialidad de la fe renovada.
El rigor de la hermenéutica nos ha preparado. Hemos clasificado la materia (la zahorra, el bornizo, los tablones) ; hemos identificado los índices biográficos; hemos aceptado que la alquimia del escenario no permite el azar. la planificación interna sincroniza con la praxis externa: los encargos a los artesanos, al experto floral y al técnico lumínico ya han sido canalizados, asegurando la complementariedad del constructo. Pero el sueño exige más que estructura; exige inspiración.
El desafío de la materia. Lo que van a presenciar en los próximos días no es la mera yuxtaposición de elementos, sino la liberación de la memoria. Cada componente segregado, desde la calidez orgánica del musgo danés hasta la cuchara humilde, aguarda el momento de trascender su utilidad mundana. La dialéctica entre lo humilde y lo trascendente está a punto de resolverse en favor de la luz.
La soledad que habita el pastor en la víspera será la que guíe nuestros pasos, recordándonos que el Belén es una búsqueda activa, una meditación que se realiza con las manos.
Invitación a la Epifanía. La génesis del Malkior 2025 no es un espectáculo en solitario. Es una convocatoria a la atención perspicaz. Los invitamos a entrar en este nuevo hilo con la curiosidad de quien descorre el velo. Un encuentro con la imagen y la palabra que nos invita a soñar la epifanía de la luz y a descifrar la nueva exégesis que nuestra micro-realidad, este santuario en construcción, tiene para ofrecer.
Entrar en este hilo es aceptar el desafío de ver la promesa de Dios-con-nosotros manifestada en la contingencia de lo tangible, en el arte de lo minúsculo.
Bienvenidos al inicio de la Alquimia.
Prolegómeno Visual. El umbral Silente.
***
Y así, tras sentar las bases de la ontología y trazar las coordenadas de la hermenéutica de la esperanza, la palabra se convierte necesariamente en silencio. Entramos ahora en la fase de incubación metódica, un periodo de intensa, aunque invisible, reflexión creativa. Este no es un silencio inerte, sino la meditación activa del demiurgo; un tiempo indispensable para la calibración precisa de la arquitectura del anhelo antes de que el primer tablón sea fijado.
La conversión del umbral (la apertura de la vitrina) exige una paciencia medida. La génesis de la presencia se demorará en el tiempo, pues el sueño y la visión deben consolidarse antes de que la materia se ponga al servicio de la forma.
Aguardaremos el momento justo para que la alquimia del escenario inicie su primer movimiento. A todos aquellos que ya transitan por la víspera con nosotros, gracias por sostener esta expectación.
Malkior, 30 de noviembre de 2025
Prolego��meno_Malkior2025.jpeg (63KB - 13 descargas)Cuando la materia rasga el velo. Si el prolegómeno ontológico definió el espacio de la espera, hoy inauguramos el tiempo de la eclosión. Abandono la escala de grises para adentrarme en una atmósfera donde la contención se vuelve insostenible. Lo que llega desde la sierra de Cádiz, desde los silencios de Benamahoma, es naturaleza preservada, arquitectura vegetal detenida en el tiempo. Esa ruptura en el plástico, cicatriz prosaica del transporte, se transmuta ante nuestra mirada en un trampantojo sublime: parece que la rama crece, que la fuerza vital rasga la inercia, aunque sabemos que es materia inerte. Es la metáfora fundacional de nuestro arte: lo inanimado jugando a la vida, simulando un aliento que no tiene pero que exige manifestar. Esa urgencia estática puja por respirar y ocupar su lugar en la liturgia del escenario. Nada puede permanecer envuelto indefinidamente cuando su destino es ser bosque y refugio.
Malkior se dibuja en ese estadio fascinante donde la inmovilidad es solo aparente. Bajo la superficie, la logística comienza a sublimarse en arte. Hemos clasificado la materia y, simultáneamente, hemos activado los resortes de la maquinaria invisible: las misivas ya vuelan desde los talleres de los artesanos, las especificaciones botánicas han llegado de las manos del florista y los requerimientos de la atmósfera escenográfica han sido trasladados al experto en luminotecnia.
Todo está en marcha, aunque el espacio parezca aún dormido.
Os pido paciencia. Aún no veréis mis manos manchadas de la humedad del musgo… ni los tablones dominando el espacio. Aún inmerso en los días de la arquitectura mental, un periodo de gestación febril donde el diseño se pule en el imaginario antes de tocar el suelo. Llegan ya al amanecer los días en dar los primeros pasos físicos, en traducir esta fiebre creativa en estructura tangible.
Pero la señal es inequívoca: l a luz ya encuentra sus grietas para entrar. La escenografía está despertando.
"La materia orgánica inicia su rebelión contra el letargo"
Malkior_2025.jpeg (70KB - 3 descargas)La estratigrafía del silencio. Si la eclosión vegetal marcó la ruptura de la espera, esta imagen nos obliga a bajar la mirada hacia lo fundamental: el suelo, la corteza, el sedimento. Entramos en la fase de la gramática de la materia.
Lo que se presenta ante nosotros no es un mero acopio de materiales constructivos; es una declaración de intenciones sobre la honestidad táctil del Belén Malkior 2025. Aquí dialogan las potencias creadoras del paisaje. El bornizo, con su rugosidad cartográfica y sus cicatrices profundas, no ejerce de simple cobertura, sino que se postula como la epidermis ancestral del relato. Es la memoria vertical del bosque convertida en montaña, la "piel" del tiempo que se niega al artificio liso de lo sintético.
En esta disposición intuimos una analogía sagrada que estremece: el puente entre el Bereshit del Génesis 1,1 [la creación de la materia desde el caos] y el solemne prólogo de Juan. Si "en el principio existía el Verbo", en el arte del belenismo el Verbo se hace textura antes de hacerse carne. Al asentar estos corchos, se mimetiza ese acto primigenio de separar la tierra de las aguas, ordenando el caos material para que la rugosidad bruta acoja, en su momento, la habitabilidad de la Luz.
A su lado, la materia granular — ese árido que oscila entre la promesa del desierto y la calidez del aserrín — aguarda su destino litúrgico. Es la metáfora de lo transitorio, el polvo que aceptará la huella de los actantes y marcará la cronología del viaje. Y vigilante, la roca horadada, testigo pétreo de una erosión que, aunque simulada en el tiempo escenográfico, evoca la persistencia de lo eterno frente a lo efímero.
Tiempo de ensayar la orografía del Misterio. En este bodegón de texturas, se define la tangibilidad de la obra: un Belén no se percibe solo con la vista, debe poder sentirse en la aspereza de sus barrancos y en la suavidad de sus caminos. Malkior no piensa en el diseño de un decorado, busca instaurar un locus, un territorio sagrado que debe tener la densidad y la gravedad de lo real.
La alquimia del montaje avanza. Tiempo de decodificar el lenguaje de las piedras y las cortezas para que, cuando la luz finalmente bañe la escena, no ilumine poliuretano, sino tierra verdadera. Para que el escenario no sea un fondo, sino una Presencia. Aún es silencio y textura. Pero en esta aridez aparente, ya late el camino que conducirá a la cueva.
"La verdad reside en la textura: bornizo, piedra y árido ensayan la geografía del Misterio."
***
Malkior, 8 de diciembre de 2025
Malkior_2025_03.JPG (2987KB - 3 descargas)La cumbre del abajamiento. Si hace unos días la mirada se posaba en la horizontalidad del sustrato, esta imagen quiere documentar el instante preciso en que el Belén conquista la verticalidad. Abandonamos la seguridad de la planicie para adentrarnos en la tectónica del ascenso.
El bornizo ya no es mera corteza inerte; apilado en estratos sucesivos, ha transmutado su naturaleza para ejercer de montaña. Es la mímesis del tiempo geológico acelerado, una simulación de eras comprimidas donde cada placa de corcho configura una orografía dramática que huye del suelo. Y justo ahí, en esa cumbre improvisada, acontece la sorpresa: la irrupción violenta y hermosa del brezo, una doxología visual que rompe la hegemonía de lo árido.
Sin embargo, ante esta verticalidad que busca el cielo, surge una paradoja teológica que no podemos ignorar. ¿No es acaso contradictorio este esfuerzo por "subir" con la pedagogía misma de la Navidad? El Misterio que celebramos es esencialmente un movimiento inverso, un abajamiento radical. Como nos recuerda Filipenses (2,6-11), Él, teniendo la naturaleza gloriosa de Dios, no consideró esa igualdad como algo a que aferrarse.
Aquí reside la tensión sagrada de la escenografía: nosotros, en nuestros belenes, construimos la montaña, apilamos corcho y buscamos la altura, no por soberbia babilónica, sino para hacer visible la magnitud del descenso. Elevamos la materia para que el abajamiento de Dios tenga un suelo donde aterrizar. La montaña sube solo para señalar cuán profundo es el valle donde Él decide acampar.
Y esta verdad se hace tangible, casi dolorosamente, en el límite inferior de la imagen. La imagen invita a poner la vista en ese abismo donde la tabla corta la realidad. Allí, en la penumbra de la "trastienda", cuelgan los cables, el sistema nervioso inconfesable de la obra.
Cables que son la exégesis material de la kénosis. Al igual que Cristo se despojó a sí mismo tomando condición de siervo, estos elementos técnicos renuncian a la belleza, se ocultan, se "humillan" en la oscuridad del subsuelo para servir. No reclaman protagonismo, no se exhiben en la superficie florecida; su función es la obediencia ciega para que la Luz brille arriba.
El Belén Malkior 2025 se va revelando así como una estructura de dos mundos en diálogo salvífico: arriba, la gloria visual que espera; abajo, la técnica que sirve en silencio. No se ocultan los cables en esta fase porque son la prueba de que la gracia requiere un cuerpo que se entregue. La belleza del brezo en flor se sostiene sobre esta "humillación" eléctrica del subsuelo. La montaña ha nacido, imponiendo su ley física, esperando al que vendrá a quebrantarla con su humildad.
"Subimos la montaña para contemplar mejor su abajamiento: la paradoja de Filipenses hecha corcho y luz."
***
Malkior, 10 de diciembre de 2025
La Liturgia del aliento. La fase tectónica ha concluido. El suelo se encuentra asentado y la montaña, en su desafío vertical, ha conquistado la altura. Sin embargo, un Belén que se detuviera en la pura estructura arquitectónica sería un escenario yerto, un esqueleto magnífico pero carente de alma. La piedra desnuda impone respeto, pero no acoge. Esta imagen introduce, por tanto, el tercer movimiento necesario de la sinfonía visual: la colonización de la vida.
La mirada desciende ahora de la cumbre para posarse en la riqueza botánica que se aferra al bornizo. La escala monumental se reduce drásticamente para dar paso a lo minúsculo, a una "micro-cosmogonía" del detalle donde se juega la verdadera batalla contra el artificio. Se hace presente el liquen blanco, que aporta la textura del invierno y la memoria del frío. El liquen llega para ser un adorno apresurado; es el testigo silencioso del tiempo geológico. No crece con la urgencia cromática del brezo, sino con la paciencia de los siglos, cubriendo la aridez de la corteza con un manto de sabiduría plateada y estática.
Pero si el liquen habla de tiempo, las tillandsias hablan de gracia. La presencia de estas "hijas del aire", asomando tímidamente entre las grietas de la roca, constituye una lección teológica en sí misma. Son organismos que desafían la lógica terrestre: plantas que no reclaman suelo, que no exigen hundir raíces en la oscuridad de la tierra para subsistir, sino que viven, literalmente, de lo invisible. En la semántica del Belén Malkior, ellas encarnan botánicamente el Ruah, el soplo divino. Su existencia recuerda que la vida no se sostiene únicamente por la solidez de los cimientos (la roca, la técnica), sino por la confianza radical en el aliento que la envuelve y la sustenta.
En este rincón del paisaje, la materia bruta del corcho y la ingeniería oculta de los cables quedan relegadas a un segundo plano, suavizadas por esta epidermis vegetal. Es lo que podríamos llamar la neumatología del musgo: la acción del Espíritu que se posa sobre lo inerte para certificar que la Creación está completa. La dureza del juicio (la piedra) ha sido vencida por la ternura de la misericordia (el musgo); la oquedad oscura de la cueva comienza a ser habitada por la luz trémula del detalle vivo.
El escenario ya no es una maqueta estática; se ha transformado en un organismo que respira. La atmósfera se ha densificado, cargada de una expectación silenciosa. No hay huecos vacíos, sino espacios preparados. Todo el sistema [desde la raíz eléctrica hasta la última hoja de tillandsia] se encuentra ahora en un estado de vigilia activa. La escenografía aguarda, con la respiración contenida de quien sabe que el milagro es inminente, a que en medio de este susurro vegetal resuene, por fin, el llanto de un niño.
"Donde la roca calla, el musgo canta: el aliento de vida coloniza la estructura."
***
Malkior, 11 de diciembre de 2025
Malkior_20205_04.jpeg (163KB - 1 descargas)La geometría de la sombra. La materia está viva y el aliento vegetal ha colonizado la roca. Pero la creación física no está completa hasta que se somete al juicio de la luz. Hoy, la mirada deja de buscar lo tangible para adentrarse en lo inmaterial.
Decía Miguel de Unamuno , con esa intuición desgarradora que le caracterizaba, que "la fe no es creer lo que no vimos, sino crear lo que no vemos" . Y esa sentencia resuena hoy con fuerza en este rincón del taller. Lo que esta imagen captura es precisamente el acto físico de esa fe: estamos creando con luz el espacio para lo invisible.
Es el instante en que el haz lumínico no se limita a iluminar; aquí la luz construye. Al herir la rugosidad del bornizo y acariciar la suavidad del musgo, esculpe volúmenes que antes no existían, revelando una orografía dramática que el ojo desnudo no podía intuir.
Pero tan importante como la luz es su ausencia. En el Belén Malkior 2025, la sombra no es un error de cálculo ni una zona muerta; es un refugio teológico. Es la geometría de la sombra la que otorga profundidad al Misterio. Necesitamos esa penumbra densa, ese rincón donde la vista no alcanza del todo, para recordar que lo que vamos a presenciar no es un escaparate evidente, sino un secreto [o como diría don Miguel, una "intrahistoria"] que se revela silenciosamente, lejos del ruido superficial.
Nos encontramos ante la estética del vacío expectante. Fijad la vista en ese camino de tierra en primer plano, desierto y bañado por el claroscuro. El escenario está tenso, vibrante. Hay un "hueco" en la composición que clama por ser habitado. Es la preparación del trono para la fragilidad. La luz baña la arena no por estética, sino para caldear el lugar exacto donde la Historia habrá de partirse en dos.
Ya no vemos corcho, ni cables, ni plantas. Vemos un escenario que aguarda. El decorado ha desaparecido para dar paso al lugar . Solo falta Él.
"Crear lo que no vemos': la luz construye el espacio y la sombra protege el Misterio que está por llegar."
***
Malkior, 11 de diciembre de 2025 - II
Malkior_2025_05.JPG (2761KB - 0 descargas)| Páginas: 1 |
| Buscar en este foro Versión Impresa Enviar un mail con el enlace a este tema |





