Una sola fotografía pero ya se intuye la grandiosidad de la obra, aunque no lo sea por el tamaño, pero es pura esencia belenista. Ya me estoy imaginando esas inmensas profundidades a las que nos tienes acostumbrados, esa tramoya ingeniosamente escondida que produce efectos prodigiosos, ese tratamiento de las figuras que, a buen seguro, tienen mucho de tu mano maestra, esa mágica luz que aparenta colarse por el ventanal superior como un rayo de espiritualidad, que se concentra en el niño y su madre y que de ahí se extiende para iluminar discretamente la estancia, una estancia que, como establo que es, alberga a unas tranquilas bestias -más populares ahora que otras veces- que se han retirado sutilmente para no agobiar al recién nacido, pero que están distraidas viendo como una gallina y sus pollitos buscan comida entre las pajas, los tres pastores que en posición de escorzo, realizan una genuflexión como muestra de reverencia y respeto a Jesús, la vieja pastora que sirve de enlace entre la puerta de entrada y la escena principal, dota de movimiento a la obra y, por último, la interminable callejuela del arco, con una luz distinta a la que ilumina al niño, más luz de día, arranca desde un primer plano, la entrada, que parece encontrarse custodiada por palomas de distintos colores..., en definitiva, una auténtica lección de belenismo y de arte es lo que, para mi, representa tu obra que, por otro lado, me recuerda muchísimo a un cuadro o grabado que ahora mismo no recuerdo.
Estoy deseando ver más imágenes para seguir disfrutando.
Enhorabuena Manuel, me ha encantado, felices fiestas (las que quedan) y felíz año.
Un fuerte abrazo.