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Malkior - Font i Baldrich - [Érase una vez Dios] 2025

Páginas: 1
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Jerez de la Frontera

Si mi anterior proyecto, Malkior 2025 ,  nació de una búsqueda filosófica y de la razón, este nuevo camino que hoy abrimos nace desde una orilla distinta: la de la emoción, la pastoral y la pura narrativa. Bienvenidos a Malkior - Font 2025: Érase una vez Dios.

Como ya he compartido en otras ocasiones en este foro [recordando aquel análisis sobre la obra de Ester Font y Laura Baldrich ], estas figuras poseen una cualidad extraña y maravillosa. Son de pequeño formato, sí, pero su presencia es inmensa. Son coloridas, de corte popular, y están envueltas en un halo de "ingenuidad sabia" que las hace perfectas para contar una historia.

Para ellas he imaginado un escenario ya casi conocido por todos… Una estructura vertical, un entramado de vida y vecindad. Esa manzana donde la vida se apila y se entremezcla. Pero poco a poco… como a Malkior le gusta… el misterio es parte del regalo.

La dinámica de este hilo será la de un cuento por entregas. Imaginad que todo lo que veremos a partir de ahora es, literalmente, lo que la figura de una madre está leyendo en su libro. Ella nos presta su voz. Nosotros solo somos oyentes sentados a sus pies.

Dios no se cansa. Bajo el cálido resplandor que ilumina la madera, el tiempo parece haberse detenido. Es la hora del cuento, ese instante sagrado en el que el ruido del día cede el paso al misterio de la noche.

Tres figuras se agrupan al borde del escenario, como guardianas de una verdad que está a punto de desvelarse. En el centro, una madre, anclada a la tierra con la solidez y la ternura del barro cocido, sostiene en su regazo a un niño dormido. Es la imagen de la paz. En sus manos, un libro abierto. A su alrededor, la infancia se despliega en dos direcciones, como dos formas de rezar: una pequeña, aferrada a su perro y rodeada de patos, representa la curiosidad por lo terrenal, por lo tangible; mira hacia el frente, hacia lo que no vemos, imaginando la vida que bulle dentro. A su lado, otra niña, vestida con una capa que parece recortada de la propia noche estrellada, mira hacia lo alto, intuyendo que la respuesta a todas las preguntas humanas siempre viene de arriba.

La madre alisa la página con una mano trabajada, toma aire y, con una voz que parece venir de todos los tiempos a la vez, comienza a leer. No lee para entretener. Lee para salvar. Su lectura es una carta de amor a nuestra generación:

"Érase una vez un mundo que estaba muy cansado.

Era un mundo que se sentía viejo, agotado y terriblemente frágil. Un lugar lleno de grietas por donde se colaba el frío de la soledad. Un mundo donde las noticias a veces dolían demasiado, donde la oscuridad amenazaba con ganarle la partida a la esperanza, y donde los hombres y mujeres caminaban con los hombros cargados, mirando al suelo, pensando que ya no había arreglo posible. Parecía sensato pensar que, ante tanto desastre y tanto olvido, el Cielo hubiera decidido cerrar sus puertas, echar la llave y dejarnos solos con nuestro ruido.

Pero el cuento [nuestro cuento] da un giro inesperado justo aquí. Porque hay una verdad escrita con fuego en la primera página de esta historia, una verdad capaz de sostener el universo: Dios no se cansa.

Es una locura de amor. Es una 'fidelidad obstinada' que no entendemos. Dicen que Dios debería haberse hartado de nuestras idas y venidas, de nuestros errores repetidos. Pero Él no funciona con nuestra lógica humana del agotamiento. A Dios no le asusta nuestra fragilidad. No le repugna nuestro barro. Al contrario, es precisamente esa fragilidad lo que le atrae irremediablemente.

Él sabe que somos como este escenario que tenéis delante: una estructura de madera, humilde, hecha de remiendos y de imperfecciones. No somos un palacio de mármol pulido e inmaculado. Somos un bloque de vecinos con goteras, con corrientes de aire y con cicatrices. Y, sin embargo, es ahí, y no en otro lugar, donde Él ha decidido venir.

Escuchad bien lo que dice el libro: Dios se ha empeñado en nosotros.

No viene porque seamos perfectos. Viene porque nos hace falta. Se ha negado a dejarnos huérfanos en nuestra propia manzana. Ha hecho las maletas y ha decidido mudarse a vivir entre nuestras cajas, en medio de nuestra fragilidad, para demostrarnos que, aunque nosotros a veces nos cansemos de esperar, de luchar o incluso de creer... Él nunca, jamás, se cansa de venir. Su amor es más terco que nuestro cansancio."

La madre calla. El eco de la promesa queda vibrando en el aire, tocando el corazón de las figuras de Font & Baldrich, dándoles un soplo de vida.

Las niñas ya no miran sin saber. Ahora están conociendo la verdad. Saben que en ese espacio, en esa madera sencilla, está a punto de ocurrir el milagro. La estructura parece temblar levemente, no de miedo, sino de emoción, porque sabe que el arquitecto del mundo viene a hacerse inquilino.

El libro está abierto. El decreto de la esperanza ha sido leído. Secaos las lágrimas del cansancio y abrid bien los ojos, porque la luz está llamando a la puerta. Quedaos muy cerca, porque en la siguiente página... Dios se muda a nuestro barrio.

 

 

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La raíz y la luz. Mientras la voz de la madre sigue leyendo eso de que "Dios no se cansa", abajo, en los cimientos de nuestra estructura de madera, el cuento se hace carne.

No hace falta subir escaleras para encontrar el milagro; a veces basta con mirar en la penumbra de los bajos, allí donde guardamos lo antiguo, para ver cómo la luz empieza a ganar terreno.

Esto es más que un rincón lleno de objetos. Es la memoria del entramado. Entre el vidrio verde de las viejas damajuanas que custodian el tiempo y las cajas de madera gastada, brota la vida. Una viña trepa silenciosa, terca, reclamando su sitio entre el musgo, recordándonos que incluso en el invierno más crudo, la savia sigue corriendo por dentro.

Y en el centro emocional de ese bodegón de luces y sombras, ocurre lo importante.

Un abuelo se convierte en muralla. Sus brazos, curtidos por los años, se cierran alrededor de su nieta. No es un simple gesto de cariño; es un acto de arquitectura humana. Él es el pilar que sostiene; ella es la promesa que empieza.

En este abrazo, las figuras de Font y Baldrich dejan de ser barro para convertirse en pura teología. Nos hablan de esa transmisión silenciosa de la fe que no necesita libros, solo regazo. El abuelo protege la inocencia de la niña del frío de fuera, creando un pequeño círculo de calidez bajo la luz tenue del farol.

¿Qué ocurre mientras la madre lee? Que la vida se protege a sí misma. Mientras esperamos a que Dios se mude al piso de arriba, aquí abajo ya hemos encendido la estufa. Este rincón nos dice que la Navidad no aterriza en el vacío. Aterriza sobre nuestras raíces, sobre nuestros abuelos, sobre la ternura de lo que fuimos y la esperanza de lo que seremos. La luzl titila, iluminando la viña y el vidrio. Todo está en calma. Los cimientos están listos. El amor ya habita en la planta baja.

 

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