El belén de casa será, como ya he comentado en otros hilos, un homenaje a Daniel hijo. Intentaré plantear un tránsito que vaya desde el inicio hasta el descanso merecido, jugando con tiempos, escenas y figuras entremezcladas, en consonancia con la propia dinámica de trabajo de la saga Daniel.

Para ello me apoyaré en un plano de fondo tomado de un cuadro —creo que poco conocido— de un gran pintor del Barroco, también como guiño a su estilo.

Será un belén pequeño: fondo de 30 cm, dos planos X e Y de 30×40 cm, la pintura y el suelo, sin trampa alguna, en cartón, doble para soportar no tanto el peso físico como el de su pensamiento, plasmado en ese bello arte que supo modelar.

Me apropio de la metafísica del paisaje, del vacío, del silencio visual .

Del arte del 'cinematógrafo' me atrae especialmente la raíz de la palabra, que procede del griego y remite al movimiento: el que escribe, dibuja o graba el movimiento.

Alguien rompe el vacío, el papel en blanco . Transita. Son los primeros pasos.

¿Quién entra en escena, en el cuadro?

Como todo homenaje, necesita una cierta teatralidad.

Es la vida.

Es el inicio.

Es el Padre —es 'Masdéu', con permiso de Carratalà—, el molde iniciático, la apretada justa, no más. Es el alma del joven la que modela al pastor que atraviesa el plano del cuadro.

¿O es San José, adelantándose con la mula, buscando el camino?

Su pensamiento vuela como el ángel que lo guía, como el molde del Padre que observa desde el cielo.