Segundo domingo de Adviento.

Os presento el Belén en homenaje a una querida amiga peruana que tristemente falleció a comienzos de este año. En una visita a Las Palmas nos regaló un nacimiento de su tierra, y hemos querido recordarla en este tiempo de preparación y durante la Navidad.

Es un Belén sencillo; recordaba que los suyos solían ser muy coloridos, con forma de retablo y pintados con motivos florales. Lo coloqué sobre una bandeja muy bonita y antigua que conservo de mi bisabuela, pintada a mano con esos mismos motivos. A la idea inicial le cambié la orientación, de vertical a horizontal, y añadí unos regalos para el Niño: adornos también antiguos del árbol de Navidad, junto con unas luces alrededor para darle más brillo al conjunto.

Ahora, cuando entro al salón, como si fuera una luciérnaga, me dirijo a ese rincón y pienso que, de algún modo, ella estará por ahí repartiendo su alegría tan natural, tal y como era.

Tercer domingo de Adviento.

Quiero compartir algunos detalles del Belén que os mostré la semana pasada. Mientras hacía estas fotos, me detuve a contemplar cada figura con más calma. Es curioso cómo, al mirar de cerca, van apareciendo matices que antes pasaban desapercibidos: los colores vivos de las figuras, las flores pintadas a mano, las miradas serenas de María y José, y esa expresión tan dulce del Niño.

Cada detalle parece traer un recuerdo de nuestra amiga. Al acercar la cámara, casi podía imaginarla explicándonos el significado de cada adorno, como hacía siempre, con esa mezcla de alegría y ternura tan suya. Las manos que pintaron este nacimiento —y las suyas que lo eligieron para nosotros— se sienten ahora más presentes que nunca.

Las fotos no solo muestran el Belén; muestran también el cariño con el que fue regalado y con el que ahora lo cuidamos. En estos días de espera, me emociona pensar que, a través de estos pequeños detalles, sigue acompañándonos en este rincón del salón que ya lleva un poco de su luz.