En primer lugar, decir que los musgos, en general, son plantas muy simples, sin flores, sin frutos, sin vasos que viven en hábitats húmedos y sombríos y que tienen una importancia ecológica muy grande ya que contribuyen decisivamente, a detener la erosión del suelo y a que se retenga la humedad del mismo, interceptan la lluvia, absorben y retienen contaminantes del aire y, sobre todo, favorecen el desarrollo de muchas plantas y animales.
Con esto quiero decir que el musgo natural, aunque sea de recintos privados, no debería utilizarse a no ser que sea cultivado o de vivero -en los viveros hay musgo natural, de cultivo, de forma bastante habitual-.
Hechas estas consideraciones es importante saber que, una vez conseguido el musgo fresco, se debería limpiar perfectamente de toda la tierra y raices y dejarlo lo más seco posible.
Cuando desmontamos el Belén es conveniente guardarlo, seco y limpio, en bolsas de plástico cerradas y alejadas de la humedad.
Unos días antes del siguiente montaje, debería esparcirse sobre unas bandejas y rociarlo suavemente para que recupere algo su verdor. También existe la posibilidad de pintarlos con sprays.
Tampoco es mucho incoveniente que el musgo antiguo adquiera una tonalidad más pajiza ya que, igual que ocurre en la naturaleza, existen distintas tonalidades en la vegetación, es más, resulta muy útil esta tonalidad más amarillenta ya que, en mi opinión, el aspecto es más real, sobre todo, en los planos más alejados y entre las rocas, principalmente cuando no estén próximas a zonas húmedas o umbrías.
Así pues y en resumen, bajo mi punto de vista, se deben utilizar musgos de distintas tonalidades (de distintos años) y, si es posible, usar musgo fresco para las zonas más húmedas.
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