Hoy os pongo el reportaje de nuestra visita al Monte Nebo, para mi lo sucedido en dicho monte es para meditar, sobre todo en la aceptación por parte de SAN MOISES de la voluntad de Dios Padre aquí os pongo una amplia y larga explicación junto a las Fotografías.
El lugar más venerado de Jordania
En torno al humilde monasterio quedan zonas repletas de ruinas y restos de columnas, al lado de una monumental cruz de hierro, con una serpiente enroscada en torno a ella. Y en torno al conjunto, como siempre, la soledad.
El interior del templo del Monte Nebo conserva una colección notabilísima de mosaicos. El gran mosaico de la Iglesia conmemorativa de Moisés, con escenas de caza. Mide nueve metros de largo por tres de ancho.
El punto más alto del Monte Nebo se ofrece un panorama que abraza buena parte de Tierra Santa: hacia el Sur se divisa el Mar Muerto y el Desierto de Judá; al oeste el Valle del Jordán y las montañas de Judea y Samaria. Siempre al oeste, especialmente en los días claros, es también visible Belén, la fortaleza de Herodes, las cúpulas de Jerusalén y el oasis de Jericó.
En este monte, se cuenta que Moisés divisó la Tierra Prometida y fue desde donde se partiría hacia ella, pero su rastro se perdió aquí. Supuestamente desde el Monte Nebo subió al cielo sin llegar jamás a la tierra prometida. Nunca se encontró rastro alguno de su cuerpo o tumba.
Aquí ya se edificó en el siglo IV una iglesia con tres ábsides, lugar que fue visitado por la monja berciana Eteria en el año 393. Un altar se llama aún “de Eteria” en recuerdo a esta antiquísima peregrina de los Santos Lugares.
El templo fue ampliado en la época bizantina, especialmente en los siglos VI y VII. En inicios del XX llegaron allí los Franciscanos y encontraron sólo un montón de ruinas. Ahora han reedificado una iglesia sencilla en la que hay otro tesoro artístico: unas magníficas colecciones de mosaicos realizados básicamente en el siglo VI.
Moisés guió al pueblo de Israel durante cuarenta años. Juan Pablo II, hombre de fe intensa, ha guiado a la Iglesia de Jesús (Josué) durante más de veinte. Moisés tuvo sus contestatarios y fue puesto a prueba. Juan Pablo II también. Pero en pleno desierto, el gesto de los contestatarios es ridículo. ¿Quién me dará el derecho de gritar? ¿Contra quién?
Para Moisés el desierto se convirtió en lugar de la presencia del Eterno. Para Juan Pablo II la soledad soportada con tanta paciencia se convierte en lugar de luz y transfiguración.
Contemplando la Tierra Prometida
Hay lugares únicos en el mundo que es difícil olvidar. Es suficiente haberlos visitado una sola vez. El Monte Nebo, en Jordania, es uno de ellos. La vista panorámica que se goza desde aquella altura, corta la respiración, haciéndonos contemplar de un solo vistazo la Tierra prometida. Los bizantinos impresionados por su encanto, construyeron allí una iglesia para recordar la memoria del personaje bíblico unido a aquel lugar para siempre: Moisés
Nos podemos imaginar la emoción de Moisés al llegar a aquel lugar después de cuarenta años de errar por el desierto. He aquí finalmente la tierra objeto de tantas luchas y esperanzas. El oasis de Jericó que se adivina desde lo alto de la montaña, tiene algo de mágico. El agua surge en pleno desierto y lo hace reverdecer. El desierto con todos los espectros que le acompañan, allí, desaparece. Pero allí no radica toda la sorpresa. Esta se deriva de la palabra de Yahvé dirigida a Moisés en la cima del Monte Nebo: "Tú no cruzarás el Jordán. Será Josué quien lo hará en tu lugar." Estas palabras tuvieron el efecto de una ducha fría en pleno desierto. Durante cuarenta años Moisés había abrigado la esperanza de entrar en la Tierra Prometida y ahora que la tiene delante de sus ojos, sus puertas se le cierran. Durante cuarenta años Moisés tuvo que soportar la murmuración de aquel pueblo rebelde. Había aguantado el peso del día y del calor. Apenas salido de Egipto, Amalek atacó a su pueblo y él, sobre la montaña, alzaba los brazos al cielo. Mientras los tenía levantados, la victoria de su pueblo estaba asegurada. Toda su vida no fue otra cosa que una lucha constante.
A pesar de la pena que embargaba su pecho, Moisés se puso a cantar: - "El Señor es una roca. Su obra es perfecta. Es un Dios fiel y sin iniquidad. Es toda rectitud y justicia. Es el pueblo el que ha prevaricado. Es un pueblo malicioso y tortuoso." (Deut.31). Se imponía una última purificación de la memoria antes de confiar la ley a los sacerdotes.
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento forman dos etapas de una misma revelación. "La Ley fue dada por Moisés, la verdad y la gracia por Jesucristo" — afirma Juan en su Evangelio -. La Iglesia necesita volver al desierto para escuchar allí la voz de Dios. Al comienzo existía el silencio. Es de este silencio de donde ha salido la Palabra de Dios: Escucha, Israel. Dios ha creado al hombre y a la mujer como palabras vivientes. Pero el pecado del hombre la transformó en locura. Hay que restituir la palabra a Dios en el canto, después de la prueba del desierto. Tal es el mensaje que Moisés da al pueblo de Israel. Tal es el mensaje de Juan Pablo II al pueblo cristiano.
su carta a las personas ancianas, Juan Pablo II ha citado el ejemplo del anciano Moisés cuya mirada aguda ha inspirado a tantos artistas
Toda la vida es una travesía del desierto. Se nos indica la meta de esta marcha: la tierra prometida. Pero los caminos no son siempre los más rectos. Las dificultades abundan. Lo esencial es avanzar cada día a pesar de los obstáculos. La vida es una elección y la muerte tiene los colores de la fe que hemos profesado. Nos ocurre a todos de murmurar en el desierto y de ser castigados por las serpientes que Dios envía. Pero Dios ordenó a Moisés colocar en alto la imagen de una serpiente y todos los que la miraban volviendo sus corazones hacia el Padre de los cielos, quedaban curados. Como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así convino que el Hijo del Hombre fuera elevado.
La tradición judía pone el don de la tierra en relación con el gesto de hospitalidad de Abraham que invitó a los tres personajes desconocidos. Les ofreció agua y pan en pleno desierto; además, hizo preparar para ellos un ternero. Porque Abraham les ofreció agua, el Señor les concedió un país donde mana el agua.
Porque les ofreció pan, Dios hizo caer del cielo el maná para sus descendientes. Porque ofreció carne a sus huéspedes, Dios envió a sus descendientes las perdices en pleno desierto. Cualquier gesto hecho con amor, aún el más pequeño, no dejará de obtener su recompensa. "La vida entera del cristiano no es sino una peregrinación hacia la casa del Padre de quien nosotros descubrimos, día tras día, su amor incondicional, ese amor que prueba por cada criatura humana" (Juan Pablo II).
Mañana seguiremos con una de las maravillas de esta tierra PETRA.
Un saludo
Justo
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