José cumpliendo su derecho y su deber de padre:
"Con la potestad paterna sobre Jesús, Dios ha otorgado también a José el amor correspondiente, aquel amor que tiene su fuente en el Padre, "de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra" (Ef 3,15) (Rm 8). Indescriptible nos resulta a los humanos la manifestación del amor y la ternura, la atención y la constante solicitud afectuosa de José con aquellas criaturas inefablemente amadas. misterios de la circuncisión, con José cumpliendo su derecho y su deber de padre, "le pondrás por nombre Jesús"; de la presentación en el templo: "Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de el" (Lc 2,30); de la huida a Egipto: "toma al niño y a su madre y huye a egipto"; de Jesús en el templo: "Tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando" (Lc 2,48). "Jesús era, según se creía, hijo de José" (Lc 3,23). En realidad así se pensaba en su entorno social. el misterio de la vida oculta de Nazaret, donde José ve crecer al niño en edad, en sabiduría y en gracia. El misterio del cuidado de Jesús, criarle, alimentarle, trabajar para él, vestirle y educarle. Y viendo cómo ese niño, que es su hijo, que es su dios, y cómo su esposa, más santa que él, le obedecen a él y se le confían, y oran juntos, y juntos van a la sinagoga, y juntos pasean y se distraen y juntos trabajan. y juntos aman, y juntos viven y juntos redimen al mundo. ¡Qué maravilla y cuánto amor! Juan Pablo II, en la "Redemptoris Custos", al señalar el clima de profunda contemplación en que vivía san José, dice: "Esto explica por qué santa Teresa de Jesús, la gran reformadora del Carmelo contemplativo, se hizo promotora de la renovación del culto a san José en la cristiandad occidental".
Como María fue elegida madre del redentor, José lo fue para ser su esposo y padre legal de Jesús. Jesús es hijo de David, porque José, su padre legal y María, su madre, son descendientes del rey David: “Ve y dile a mi siervo David: estableceré después de tí a un descendiente tuyo, un hijo de tus entrañas y consolidaré tu reino”. Como María recibió una anunciación por la cual se le notificaba que iba a ser Madre de Dios, José también tuvo su anunciación en la que se le anunciaba que iba a ser el padre legal del hijo de Dios, e hijo de María, su esposa, a quienes tendrá que cuidar, alimentar, proteger, defender, con quienes convivirá y acompañará. En el momento más amargo de su vida, cuando está dispuesto a dejar a María al verla encinta, le dice el Ángel: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre, Jesús, porque él salvará al pueblo de sus pecados". Al ser la imposición del nombre derecho del padre, el Ángel está afirmando la paternidad de José. Sin esperarlo, se ve inmerso en la familia trinitaria. Como Abraham, a quien se le pidió el sacrificio de su hijo, José estaba dispuesto a dejar a su esposa María, que era como morir en vida: “Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos, y llama a la existencia lo que no existe, Abraham creyó”.
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