Pastorcillo
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Hola a todos.
Como veo que no me contestáis a lo de la cama-tuareg y el tema del que se habla es el del pavo, (p’os yo sigo con el pavo).
Aquí os pongo un cuento que he encontrado en mis búsquedas internautas.
Aunque sé que a algún forero no le hará ninguna gracia ¿o sí?.
”La Navidad del pavo (Emilia Pardo Bazán)
El mayor mal que puede sobrevenir a un ser naturalmente estúpido, es adquirir de pronto los dones de la inteligencia. Si lo dudáis, os referiré la aventura de un pavo, del cual, si se descuida, no quedarían ni huesos, porque los huesos de pavo son muy gratos a los canes.
En este pavo de mi cuento existía, por lo menos, el instinto de conocerse y saber que, inteligencia, no la tenía. Y es cosa poco común, pues la inmensa mayoría de los pavos se juzga muy avisada, y se hincha y robumba de orgullo, por tan ventajosa opinión de sí propia.
Nuestro héroe, al contrario, conocía, como conoció la abutarda el pesado volar de sus hijos, que no le unía a Salomón lazo alguno; que era tonto perdido desde el día de nacer. Y como la humildad es el reducto en que se abroquelan los tontos, o mejor dicho, en que debieran abroquelarse, nuestro pavo, humildemente, determinó pedir a quien fuese más que él y que todos, que le hiciese, de la noche a la mañana, brotar talento. Su ruego se dirigió al Niño Jesús, que se veneraba en la casa cuyo corral habitaba el pavo.
Sabía que el Niño puede proteger al que le implora, y que a la tía Carmela, guardiana del corral, en más de una ocasión el Niño la sacó de graves apuros. Era, además, tan lindo y gentil el divino Infante, que atraía y convidaba a pedirle favores. Caía, pues, la cresta; entornando los ojos bajo la azul membrana que los protegía, el pavo se acercó a la urna en que el Niño vestido de rancia seda blanca, alzando en la diestra su mundillo de plata que tiene por remate una cruz, derramaba la gracia de su faz riente y la bondad de sus ojos de vidrio sobre la pobre casa y sus moradores.
Y el Niño, recordando que Francisco, el de Asís, miró como a hermanos inferiores a los irracionales, sintió un movimiento de simpatía hacia la gallinácea destinada a saciar la glotonería de los humanos, y quiso atender a su súplica.
Mas cuando supo lo que pedía el pavo, la manezuela regordeta que ya iba a bajarse concediendo, se alzó otra vez, y en el lenguaje del misterio, el Niño dijo al pavo:
-Pero ¿tú has pensado bien lo que solicitas?
Como el pavo insistiese en su demanda, el Nene porfió. La inteligencia, para un pavo, era igual que la hermosura para una almeja: ¡don inútil, y tal vez hasta funesto! Mas el peticionario insistió: ¡quería a toda costa aquella cualidad que tanto se alaba en el hombre!
Y entonces, Jesusín otorgó...
Sintió el pavo como si dentro de su cabeza se encendiese viva luz.
Todo lo vio claro y con realce. Él era un volátil torpe a quien mantenían en un corral, echándole todos los días el sustento, sin que se le impusiese otra obligación ni otro trabajo sino ir engordando y descansar. Sus congéneres, los demás pavos, estaban en igual caso, y, sin meterse en más averiguaciones, picaban el grano, devoraban el cocimiento de salvado, glugluteaban satisfechos, hacían la rueda, cortejaban a las pavas y dormían sueños largos, en la tibieza del cobijadero que les abrigaba de noche.
Nuestro héroe, dotado ya de la facultad de comprender, comprendió que los demás pavos eran felices. En cuanto a él..., variaba: vivía inquieto, en continua ansiedad, en incesante sobresalto, cavilando en lo que podría sucederle, después de aquella regalona existencia, y si duraría. Poco tardó en adquirir noticias respecto a este extremo. Palabras sueltas de la guardiana, conversaciones con las vecinas, le ilustraron. La señá Carmela solía gruñir entre dientes:
-Híspete, pavo, que mañana te pelan... Tú veras, cuando la Navidá llegue...
Y si bien nuestro héroe, con entendimiento y todo, no podía hablar, ni preguntar qué pasaría cuando la Navidad llegase, bien se le alcanzaba que cosa buena no podía ser. No; tenía que ser muy mala, muy cruel, muy terrible.
Esta convicción se fortaleció cuando, al acercarse la anunciada época de Navidad, notó el pavo que a él y a sus compañeros les imponían un régimen extraordinario, inexplicable. ¿A qué venía, me quieren ustedes decir, tanto atracarles de bolitas de pan, y después, tanto introducirles bárbaramente en el gañote nueces enteras con su cáscara, duras como guijarros, y progresando en el número hasta llegar a veinte diarias?
Nuestro protagonista creía sentir que se le rajaba el buche. «Jamás las digeriré», pensaba, sofocándose. Y al cabo las digería, pero pasaba el día entero presa de entorpecimiento y modorra, cual los hombres que sufren dilatación gástrica...
Una mañana, cuando acababan de administrarle la vigésima nuez, entró una vecina, la cacharrera de al lado, y dijo a la señá Carmela:
-¿Tié usté un pavo listo ya? ¿Bien cebadito? Me ha encargao de buscarlo el cocinero del señor marqués... Es pa la cena de Navidá. Ha de ser cosa de satisfacción.
-Aquí hay uno que paece un tocino... Mírelo usté, y tómelo al peso...
Y cogiendo a nuestro héroe por las patas, a pesar de una desesperada resistencia, sopló la mujer sobre el plumaje de los zancos, para hacer ver la piel estallante de grasa.
-No paece malo -declaró la cacharrera-. Le pediremos cuatro pesos, y usté me da a mí un par de pesetillas...
-Y el cocinero le pone seis duros al señor marqués... y arza -repuso la señá Carmela.
A nuestro pavo se le había cubierto de lividez la cresta, el moco y las carúnculas; al dejarlo en tierra la señá Carmela, apenas podía tenerse en las patas. Había comprendido perfectamente, puesto, que tenía la facultad de comprender. Iban a venderle para degollarle y devorar sus restos. ¡Horrible destino!
Nada podía hacer para evitarlo. ¿Huir del corral? ¿Esconderse? ¿Y adónde iba? Por todas partes le acompañaría como una sentencia de muerte su gordura, su fatal grasa fina, de ave de lujo. El primero que le atrapase, le retorcería el pescuezo y le pondría a asar. No había escape. Su suerte sería la misma de sus compañeros..., sólo que éstos ignoraban el triste sino, y la víspera de su degollación comerían con el mismo apetito la ración de salvado, y tragarían las duras nueces, sin protesta.
Entonces conoció nuestro pavo por qué le decía Jesús, con su risa de hoyuelos:
-Pero, ¿tú sabes lo que pides?
Y revistiéndose nuevamente de humildad, logró entrar en la salita donde se alzaba la urna, y su muda plegaria se elevó hasta la dulce imagen. El Niño ya sabía de lo que se trataba.
Comprendía la tragedia interior de la desventurada ave, que, a diferencia de las demás de su especie, sabía, sabía de la ceba, del agudo cuchillo, e iba a saber del impío rellenamiento, del horno ardiente, del nuevo despedazamiento en una mesa donde se ríe y se bebe champán, masticando la pechuga blanca del ave mísera. Piadoso, Jesús bajó de nuevo la mano, y murmuró:
-Ve en paz. No temas.
Se fue el pavo, consolado, tranquilo, porque en él había surgido una fuerza admirable, un resorte desconocido, ¡la fe! ¡Y la fe es buena hasta para los pavos, y es más fuerte que el cuchillo y que el horno! El pavo no temía, puesto que el Niño le ordenaba que no temiese.
Eran, sin embargo, para dar pavor las circunstancias. Le habían cogido en el corral y trasladado a las cocinas del marqués. Y allí, su futuro verdugo, el pinche, se dedicaba a hacerle absorber tragos de aguardiente, alternando con él en la tarea. Poco a poco, la embriaguez se apoderaba de nuestro pavo. Sus pasos eran vacilantes, su cresta despedía fuego. Un vértigo le confundía.
En medio de este vértigo, parecíale sufrir una transformación. Sus miembros perdían la elasticidad. Poco a poco, en vez de pavo de carne, se convertía en pavo de cartón iluminado, muy bien modelado, sostenido en dos patitas de alambre. Y oía exclamaciones de furor en la cocina. El jefe reñía colérico al pinche.
-A ver qué has hecho del pavo. So curda. ¡Lo has tomado y lo dejaste escapar!
Y casi al mismo tiempo, la doncella gritaba:
-¡Habrase visto! ¡Pues no se han traído aquí el pavito del Belén! ¡Vente, monín, que voy a llevarte a tu sitio!
Momentos después nuestro pavo, acartonado completamente, inmóvil, reposaba al pie del Niño Dios, que, entre sus pañales, bendecía a los pastores, y aceptaba los dones de los Reyes Magos.
Salvado del suplicio, salvado de que triturasen sus carnes dientes glotones, el pavo miraba con infinito reconocimiento al Infante divino. Encontraba que estar allí, a sus piececillos, bajo el hálito pacífico del buey y de la mula; ser uno más en el sacro bestiario, era una suerte mejor que la de antes, una suerte feliz. ¡Aleluya!”.
¿Qué os ha parecido?
Congonsa, pon a tus pavitos en el belen, ya ves lo que dice el cuento.
Saludos.
Modificado por Suny 17/3/2006 13:01
Pastorcillo
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Suny - 17/3/2006 1:00 PM Hola a todos. Como veo que no me contestáis a lo de la cama-tuareg y el tema del que se habla es el del pavo, .....! Momentos después nuestro pavo, acartonado completamente, inmóvil, reposaba al pie del Niño Dios, que, entre sus pañales, bendecía a los pastores, y aceptaba los dones de los Reyes Magos. Salvado del suplicio, salvado de que triturasen sus carnes dientes glotones, el pavo miraba con infinito reconocimiento al Infante divino. Encontraba que estar allí, a sus piececillos, bajo el hálito pacífico del buey y de la mula; ser uno más en el sacro bestiario, era una suerte mejor que la de antes, una suerte feliz. ¡Aleluya!”...
Llevaba yo un día o dos aletargado, sin entrar en el foro, cuando de pronto un gallo me despertó con su qui-qui-ri-quí. Y es que he empezado a "trabajar" en el Belén 2006, De golpe el otro día me dí cuenta de que escribía y leía mucho, pero no curraba y las cosas no se hacen solas y como aún estoy en activo, es decir que trabajo, o estoy en el trabajo, 8-10 h diarias, ya me contarás.
Pues aunque te parezca raro, querida "a sun", me ha gustado mucho el cuento, entre otras cosas por su inocencia y por que
es coherente.
¿Como podría no
serlo el Niño Jesús?
En efecto el Niñito no es aquel de Belén. Éste ya está crecidito, ya ha visto como S.Francisco le promovía; que Colón había vuelto con pavos y fumando y bueno, que la cosa estaba más animada que en sus tiempos mozos. Y naturalmente se apiadó del buen pavo porqué se lo pidió con FE.
Pero, que conste que a los pies del Niño solo pudo haber leche, queso, miel y granadas, y pocas cosas más. Y por esto en mi Belén había leche, que el burro muy burro me tiró, y granadas, que es lo que había por allí plantado.
En resumen, que yo no pongo pavos ¿vale?
En cuanto a la cama -tuareg, no te ha contestao nadie, porqué los tureg no dormían en cama y yo porqué no quería molestarte .
Pero vamos a ver, ¿como te imaginas que un señor que se pasa el dia día de polvo en polvo, tragando polvo me refiero, bajo un sol abrasador, encima de una camello o mejor dicho un dromerario, de un lado para otro, va a llevar una cama CON RUEDAS por el desierto?
Esta foto suena a foto promocional de "comercio justo" o similar. Pero de tuareg tiene tanto como yo de... en fín, no se.
Y una vez dicho esto comunico que mañana es mi fiesta, porqué soy padre y, por que mi pequeña hija cumple 26 años, ya que fué el regalo de mi mujer María Asun. A su vez aprovecho la ocasión para felicitar a todos los Jose y Josefinas, Pepes y Pepitas. ¡Ah! perdón, que ahora no se dice así, si no: Josefinas y Jose, Pepitas y Pepes. En fin que los tiempos cambian.