Cali, Agosto 28 de 2010.

Jubileo de los jóvenes


“No soy yo mi propia vida; por mí mismo sólo viví mal, mas luego EN TI RESUCITÉ” (San Agustín).

Ustedes son en este día, en torno a este altar de la eucaristía y del jubileo del centenario, EL PALPITAR DE LA VIDA Y DE LA ESPERANZA DE VIDA NUEVA en Cali. ¡Gracias jóvenes, muchachos y muchachas por su presencia y participación, por su gratitud con la Iglesia y su compromiso con Jesús y con la sociedad! Me uno como arzobispo coadjutor a su alegría, a su fortaleza juvenil, a sus sueños y anhelos, a sus dificultades y luchas. Me uno a sus familias y amistades, a sus noviazgos y afectos, a sus compañeros de estudio y de trabajo, a sus vecindarios.

Ustedes les llevarán hoy, de regreso a casa, el abrazo de la Iglesia y de sus Obispos y Sacerdotes. Pero, sobre todo, les llevarán hoy y cada día LA BUENA NOTICIA, LA NOTICIA DE LO MÁS BUENO, LO MÁS BELLO, LO MÁS DICHOSO E IMPORTANTE QUE LE HA SUCEDIDO AL MUNDO, A LA HUMANIDAD; LO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA EN UN ANTES DE…Y UN DESPUÉS DE…LO QUE HOY CAMBIARÁ NUESTRAS VIDAS Y NOS HARÁ FUERTES PARA CAMBIAR NUESTRO HOGAR Y NUESTRA CIUDAD. Al escucharlo, los creyentes lo hemos llamado “El Evangelio”. Y esa palabra recoge todo lo anterior, es LA CAUSA DE NUESTRA DICHA, la fuente de nuestra felicidad: Un hombre que había sido tomado preso, juzgado como blasfemo y subversivo, torturado y condenado a muerte, crucificado y abierto después su costado con la lanza del soldado romano, sepultado en una roca y dejado en el vientre de la tierra, ¡”H A R E S U C I T A D O! ¡No está aquí! ¡Ved vacío el lugar donde le pusieron!” (Marcos 16,6). Esta es la impresionante noticia que HOY NOS TIENE AQUÍ, NO EN EL MERO VACÍO DE UNA TUMBA, SINO EN LA PRESENCIA VIVA, CERCANA, HERMOSA, DE QUIEN LLENA TODO EL VACÍO DE NUESTRAS VIDAS, LO LLENA DE AMOR, DE VIDA, DE FE, DE FUERZA INTERIOR Y DE PAZ! ¿Quién da esta noticia a tres mujeres amigas del difunto y seguidoras suyas que van muy temprano, a la salida del sol del domingo siguiente, tres días después de su muerte y sepultura? “UN JÓVEN, SENTADO EN EL LADO DERECHO DEL SEPULCRO, VESTIDO CON UNA TÚNICA BLANCA”, nos dice el texto del Evangelio proclamado. Ese joven, dicen los intérpretes del Evangelio de Marcos, es probablemente el mismo que, en el anochecer del Jueves anterior, cuando Jesús de Nazaret fue hecho prisionero por las autoridades judías en el Huerto de los Olivos, cuando “abandonándole, huyeron todos, UN JÓVEN LE SEGUÍA, CUBIERTO SÓLO DE UN LIENZO. Y lo detienen. Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo” (Marcos 14, 50.51). Seguramente, estamos ante el testimonio personal del Evangelista Marcos, el que escribió el primer texto entre los evangelios. Es EL TESTIMONIO DE LA INMENSA Y TOTAL TRANSFORMACIÓN QUE PRODUJO EN SU VIDA EL ENCUENTRO CON EL CRUCIFICADO QUE RESUCITÓ, pasando de la soledad y el miedo, de la desnudez y la fuga, a la compañía más absoluta y bella, a la relación que nada ni nadie podrá arrebatarle, al vestido más blanco de dicha y de bienaventuranza. AHORA NO ES UN JÓVEN HUNDIDO EN LA SOLEDAD, en los miedos ante la vida, en los fracasos, en el anonimato sin sentido, perdido en la noche. Ahora es un joven UBICADO en una relación y una presencia que llena su ser, transformado en un ANUNCIANTE SOLEMNE Y SEGURO DE LA RESURRECCIÓN Y DEL MENSAJE QUE JESÚS ENVÍA A LOS SUYOS, convertido en TESTIGO DEL SEÑOR RESUCITADO. El poder de la Resurrección lo ha hecho capaz de “remover la piedra de la puerta del sepulcro”, “que era muy grande”, y las mujeres ven que ya estaba retirada. EL RESUCITADO HACE JOVEN AL MUNDO Y FUERTES A LOS JÓVENES QUE SE COMPROMETEN A SEGUIRLO Y ANUNCIARLO. Serán los jóvenes con su Iglesia, en comunión con ella, quienes removerán tantas “piedras” de los sepulcros que el poder de la muerte y del mal ha abierto en nuestro mundo, en nuestra historia de vidas humanas frustradas, de historias ensangrentadas y heridas abiertas. Ese joven anónimo, que identificamos con MARCOS en el Evangelio, eres tú, hombre, mujer, que hoy estas aquí diciendo con tus compañeros y tu Iglesia de Cali: ¡”HA RESUCITADO, ID A DECID A SUS DISCÍPULOS Y A PEDRO QUE IRÁ DELANTE DE VOSOTROS A GALILEA. ALLÍ LE VERÉIS, COMO OS DIJO” (Mc 16,6.7).

El Resucitado ha vencido a la muerte y ha puesto la vida nueva, plena y eterna, la vida que siembra la felicidad en el alma humana y en medio de esta vida terrenal, como MATRÍZ DE TODA VIDA HUMANA Y DEL UNIVERSO ENTERO. Él, Cristo Resucitado, ES LA VIDA DE MI VIDA, la Vida de nuestras vidas. “No soy yo mi propia vida; por mí mismo, sólo viví mal, mas luego en Ti resucité” (San Agustín).

Jóvenes, hermanos y hermanas muy amados: No necesitamos tanto de esa juventud biológica o sociológicamente establecida. NECESITAMOS DE JÓVENES que se dejen encontrar por este TÚ que le da otra dimensión al YO, que vivan la vida como Agustín de Hipona, el gran santo que celebramos hoy, en relación íntima, en diálogo enamorado, en entrega gozosa, AL TÚ DE DIOS, al TÚ QUE ES EL AMOR MISMO y que Pablo ha descrito en el capítulo 13 de su primera carta a los Corintios, con el Himno al Amor: “Si no tengo EL AMOR nada soy”…”El Amor es paciente, es servicial. El Amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso, no busca su propio interés; no se irrita, no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. EL AMOR NO ACABA NUNCA” (1Cor13,1ss). El Amor no es una idea, un sentimiento, un mero valor: ES UNA PERSONA VIVA, aquella sin la cual nada soy y nada tengo. Aquella persona que el texto de Pablo va describiendo con esta lista de cualidades, como quien pinta un rostro o transcribe un perfil humano. Ese es el AMOR DE LOS AMORES, Cristo Jesús, el Resucitado que te resucita y te hace capaz de ser como Él, un discípulo del Amor, un testigo y misionero suyo. ¡El anuncio del Resucitado que nos hace pasar de la muerte al Amor cuente siempre con la presencia alegre y dinámica, generosa y desinteresada del CRISTO JÓVEN que son ustedes! Gracias a quienes ya viven a Jesucristo, su vida, su amor que nunca acaba, porque es VICTORIA SOBRE LA MUERTE. Gracias a quienes dan su testimonio y evangelizan en sus familias, colegios, sitios de trabajo, de deporte, de vecindad, amistades y noviazgos, internet y otros espacios. Gracias a los jóvenes que son BUENA NOTICIA en Cali. Ayudémonos y ayudemos a nuestra ciudad para que los niños, adolescentes y jóvenes que viven la mala noticia de su soledad, del hastío y aburrimiento, de la violencia en las familias y en las calles, de la droga y la degradación sexual, del alcohol y demás esclavitudes, tengan esta oportunidad de REENCONTRARSE CONSIGO MISMOS en el Amor de uno que dio la vida por todos. “ME AMÓ Y DIO SU VIDA POR MÍ” (Gálatas 2,20), dirá Pablo de Tarso, contándonos también su testimonio.

Cali necesita de jóvenes y adolescentes que, con toda la Iglesia y la sociedad, nos volquemos al encuentro de quienes están excluidos de un vínculo hogareño, de un lazo de pertenencia, de una participación en comunidad, de unos derechos en la sociedad. Ellos nos esperan. Nosotros iremos a su encuentro. Ese será el fruto del Primer Centenario de la Arquidiócesis, del Jubileo de los jóvenes. “Levántate, Señor, ven en mi auxilio, di a mi alma: YO SOY TU VICTORIA. Y YO ME ALEGRARÉ, DISFRUTANDO DE TU VOCTORIA, todos los días de mi vida” (Salmo 34).

Un abrazo de padre, hermano y pastor de ustedes. Estemos siempre muy unidos, más aún cuando hoy, cuando muchos quieren separarnos, sembrar la desconfianza, crear la cultura de la sospecha de las familias, los niños, los adolescentes y jóvenes hacia sus pastores católicos. Ustedes jóvenes son la salud de Cristo Resucitado para esta sociedad y para la Iglesia. Nosotros sus pastores tendremos que ser los primeros en sanarnos de los males propios de estos tiempos que también están afectando nuestra vida y han desdibujado nuestro sagrado compromiso sacerdotal, para ayudar a la sociedad entera a reconocer esos mismos males y a decidirse a sanarlos. En nombre de sus Obispos y Sacerdotes los animo a mirar con confianza el rostro de Cristo y a ayudarnos a limpiar el rostro de la Iglesia ante Cali y el mundo. “NO TENGAN MIEDO. HA RESUCITADO. NO ESTA AQUÍ”. Que Santa María, la joven mujer que dio el SÍ de la Salvación ante el llamado del TÚ, de Dios, en favor de la humanidad y de la historia, acompañe nuestra respuesta al llamado que hoy también nos hace el mismo Dios. Que como Ella, demos a Jesús, el fruto bendito del vientre de María, que nació en el vientre de una noche de Navidad y resucitó del vientre de la tierra, dejando vacío el sepulcro. EL MUNDO NECESITA DE JESÚS. CALI NECESITA EL EVANGELIO DEL RESUCITADO. NOSOTROS LO ANUNCIAREMOS. AMÉN.

+Darío de Jesús Monsalve Mejía, Arzobispo Coadjutor de Cali.

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